En una cazuela grande de barro y junto a una o dos guindillas sin semillas, se refríen a fuego lento unos ajos picados (cantidades sin miedo). Una vez estén dorados pero no achicharrados, añadir las chirlas (no en grandes cantidades) con una pizca de sal gorda. Remover y añadir un vasito de vino blanco y perejil picado, tapar a fuego fuerte, ir moviendo la cazuela y apartar justo cuando las chirlas se abran. Hay quien las va apartando a medida que se abren, pero como dije al principio yo recomiendo utilizar una cazuela grande para que no estén amontonadas y se hagan todas a la vez. Finalmente, regar todo con un chorreón de limón, servir en la misma cazuela y muy importante; poner bastante pan en la mesa para hacer los correspondientes barquitos.
Las chirlas de esta guisa me gusta tomarlas siempre que paso por "El castillo de la Duquesa" (Manilva), en cualquiera de los restaurantes o chiringuitos que hay por las proximidades de la playa y que ademas te ofrecen una gran variedad de pescados y mariscos de la zona: salmonetes, chopitos, espetos de sardinas, frituras variadas, conchas finas, corrucos, cigalas....... y por supuesto las susodichas chirlas salteadas que no se porque aquí tienen un sabor especial y un bicho tela de gordo. Posiblemente no sean chirlas Italianas sino autóctonas.
En Málaga a las chirlas salteadas le llaman "Chupitiras", incluso existe un barrio en la ciudad que le dicen de "Los Chupitiras". La palabreja viene como os podéis imaginar de la acción de chupar y tirar.
Un consejo: para conservar los bivalvos en buen estado de lozanía hay que tenerlas en una red, pero si no tenemos red que es lo habitual, se puede utilizar un calcetín "limpio" humedecido. Lo llenas de chirlas o de las almejas que sean, las aprietas le haces un nudo y las dejas en un plato en el bajo de la nevera. Duran un par de días vivas y aptas para su consumo.